Compartir en FacebookCompartir en LinkedInCompartir en Twitter

Un poquito de caos

Hace unos días un amigo me lloraba amargamente. “Vivo en el caos, y no lo puedo soportar. Me tienen saltando de proyecto en proyecto; me explican las cosas en cinco minutos y me echan a los leones; me tienen de jefe en jefe, de reunión en reunión y de llamada en llamada. Ya no se trabajo para uno o para otro. Así no se puede trabajar. ¡Con lo a gusto que yo estaba cuando trabajaba de verdad y sabía lo que tenía que hacer! –terminó su lamento.

Y me sonreí y le dije: “Al final, ya verás como le encuentras el gustito a eso de vivir en el caos. Verás como tiene más ventajas que inconvenientes. El único problema es gestionar los conflictos”. Pues de eso va mi tribuna de hoy: de intentar convencer de las ventajas de vivir en el caos.

Porque sí, confieso, soy un firme defensor y practicante del caos controlado; intentaré explicarles las razones.

En primer lugar, en el caos se trabaja con libertad. Y es que hay dos opciones. Por un lado, usted puede ofrecer a sus subordinados una lámina cuadriculada, de esas de colegio, y pedirles que no se salgan de la pauta de escritura. Pero si hace eso, no espere grandes sorpresas ni explosiones de talento. Si dice de forma inequívoca lo que hay que hacer, estará castrando su capacidad de generar trabajo. Puede que tengan grandes ideas, sugerencias o proyectos en mente, pero quizá nunca los saquen a pasear por temor a incurrir en terreno ajeno, por miedo a salirse de la cuadrícula que les dió. Y Ud. nunca sabrá de lo que es capaz ese subordinado que pasa tantas horas en el ordenador...

Hay otra opción: ofrézcales un lienzo en blanco. En pocos meses verá cómo algunos logran sorprenderle. Sea consciente de una cosa: delimitando competencias, asignando funciones de forma estricta, especificando tareas… puede que haya quien se sienta más cómodo. Cómodo, pero no libre. Un poquito de caos es, ante todo, dar rienda suelta al potencial de las personas, comprobar hasta donde puede llegar su gente, retarles, provocarles, tentar su creatividad... Además, sepa que con su caos les está brindando una gran oportunidad: la de conocerse mejor a sí mismos, la de saber, de verdad, de qué son capaces profesionalmente, y descubrir su verdadera vocación. Y eso vale mucho, créame.

El segundo motivo para recomendar una cierta dosis de caos (siempre controlado, insisto) es el color. Quizá debería decir el colorido. ¿Nunca ha estado en una oficina gris? No estoy hablando de paredes ni de moquetas. Estoy hablando de atmósfera, de ambiente. De esos lugares en los que a veces uno aterriza y está deseando abandonar cuanto antes. Esos ambientes en los que todo es igual y las ideas son las mismas que hace 20 años. Alguien dijo una vez que las ideas hay que renovarlas antes de que empiecen a oler mal. Un poquito de caos es, en definitiva, como abrir la ventana y dejar que entre el aire. No tenga miedo de resfriarse. Es más, los médicos dicen que el que no toma el fresco se resfría con mayor facilidad... Piénselo, ¿cuántas horas pasa Ud en la oficina?. El trabajo es compatible con las emociones, las risas, la diversión, la improvisación. Ese es el colorido al que me refiero; ese el aire fresco. Sólo es cuestión de intentarlo, verá que los papeles, las reuniones y los proyectos, no sólo salen adelante sino que a veces hasta le dejan a uno buen sabor de boca. También en este sentido, hay gente para todo, y hay mucha querencia a la gama de grises. Abra la ventana, hombre.

Y el tercer motivo en defensa del caos es el personal. Si le ha tocado padecer en carne propia los efectos colaterales del caos de su jefe, vaya Ud. tragando saliva. Vuelva a leer esta tribuna y sépase un poquito más libre que otros. Un poquito más divertido. Pero si, por el contrario, es Ud. el generador del caos, bienvenido al club. Vaya asumiendo que esto es un gen, con sus ventajas e inconvenientes, y que algunos lo llevamos en el ADN. Algunas veces se sentirá muy incomprendido. Otras se sentirá más o menos sólo. Habrá días en que incluso, lamentará ser portador de ese gen…Sin embargo, verá también que su propio caos le dará satisfacciones. Alguno de sus subordinados, de esos que trabajan con libertad, le sorprenderá. Sea Ud. respetuoso consigo mismo, y con su caos. Otros, ya ve, se aburren en el trabajo, y en la vida en general...

Sin embargo, no quisiera terminar sin ofrecer el contrapunto: lo que he llamado unas líneas más arriba el caos controlado. Independientemente del grado de desorden mental (en el sentido más estricto de la expresión), hay una serie de normas básicas, casi de higiene mental que hay que tener en cuenta.

A saber: no deje que el caos sobrepase las estructuras formales e informales de su compañía, si no quiere que le tachen de anarquista o irrespetuoso; no deje de limpiar la mesa de vez en cuando, ni de responder al correo electrónico cada cierto tiempo. Y, por favor, no permita que la lista de llamadas pendientes tenga más de dos folios: corre el peligro de que algunos de la lista sientan que les hace de menos. En pocas palabras, sepa que le va la reputación en ello.

Pero, ante todo, no pierda nunca de vista el objetivo principal. Es posible que el caos organizativo genere una cierta inquietud, confusión o estrés en su entorno. Por favor: que el caos/libertad para  los suyos no se convierta en causa de caos/desorientación; es decir: que los suyos conozcan su “hoja de ruta” organizativa. Piense que lo importante es saber adónde se dirigen Ud. y su equipo, y que ese objetivo sea cierto y compartido por todos. Lo importante, con caos o sin él, es tener claro hacia dónde se dirige uno. Y que le sigan. Que le siga el que quiera… o el que pueda.

Publicado en el Diario Cinco Días, 30 de mayo 2003


Compartir en FacebookCompartir en LinkedInCompartir en Twitter
COMENTARIOS0 comentarios
Espere...


ENVIAR


Suscríbete al blog

TOP