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La oportunidad perdida de los ODS

La Agenda 2030 incorpora la innovación como un objetivo más, no como el motor de todas las metas

Foto: Caroline Davis 2010

Vaya por delante. Creo firmemente que las agendas globales impulsadas por Naciones Unidas —los 8 Objetivos del Milenio, antes, y los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible ahora— contribuyen a que hoy el mundo tenga los mejores indicadores de desarrollo de la historia. El último informe Our World In Data de Max Roser, de la Universidad de Oxford, confirma que en el periodo 1820-2015 la pobreza extrema se redujo del 94% al 11% de la población mundial. La mortalidad de niños menores de cinco años disminuyó del 43% al 4%. Y la tasa de paso por la educación primaria pasó del 17% al 86%.

Sin embargo, me temo que los ODS corren el riesgo de perder una enorme oportunidad: la de apoyarse en la tecnología y en la revolución digital para acelerar la mejora de las condiciones de vida de la población.

¿Por qué ese riesgo? Sencillamente por la forma limitada, casi a escondidas, en la que la Agenda 2030 recoge la tecnología y la innovación. En términos cualitativos, la innovación figura como un apéndice en el objetivo 9, dedicado a “Construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación”. En términos estratégicos —lo que es más preocupante— la innovación figura exclusivamente como un “vertical” (como un silo) en el objetivo 9 y no como un “trasversal” (con impacto en todos los objetivos). En otras palabras: mientras que la revolución digital es imparable, los ODS incorporan la innovación y la tecnología como un objetivo más, no como el motor de todos ellos.

¿Es que no nos hemos dado cuenta del impacto masivo que pueden tener la tecnología - robótica, inteligencia artificial, agricultura vertical, Internet de las Cosas (IOT), big data, biotecnología… - en la salud, la educación, el agua, la energía, el trabajo, la producción, la lucha contra el clima, la vida submarina, la transparencia, la reducción del hambre, la pobreza…?

Podríamos poner cientos de ejemplos de cómo la tecnología impacta en cada uno de los 17 objetivos de desarrollo sostenible, aunque bastará con algunos de ellos.

Me temo que los ODS corren el riesgo de perder una enorme oportunidad: la de apoyarse en la tecnología y en la revolución digital para acelerar la mejora de las condiciones de vida de la población

Con el objetivo de erradicar la pobreza, por ejemplo, el departamento de economía de MIT ha impulsado varios centros de investigación. En concreto, el Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab, se inició en junio de 2003 por los profesores Abhijit Banerjee, Esther Duflo, y Sendhil Mullainathan y sirve como un punto focal para el desarrollo y la investigación de la pobreza utilizando pruebas aleatorias controladas, muy parecidas a los ensayos clínicos. El objetivo es mejorar la eficacia de los programas contra la pobreza, proporcionando a los responsables de las políticas público-privadas, resultados científicos claros que ayuden a combatir la pobreza de forma exitosa.

Para conseguir el objetivo de erradicar el hambre hasta cero, la tecnología también está haciendo avances. Según la agencia de Naciones Unidas para la alimentación (FAO) en los últimos 20 años el porcentaje de personas que pasan hambre ha caído del 18,7% al 11,3%, situándose en cerca 830 millones de personas. ¿Qué está haciendo la tecnología? Más allá de los debates sobre los transgénicos (que requieren un artículo propio), hay soluciones más sostenibles como la que ofrece la agricultura vertical.

Por ejemplo, en Singapur, donde más de cinco millones de personas viven hacinadas en un área de 700 kilómetros cuadrados, la empresa Sky Greens está produciendo espinacas, coles y lechugas en 120 estanterías de aluminio de nueve metros de alto. Otro ejemplo, está en Japón, donde la empresa Spread Co., ha creado una fábrica —con un coste de 16 millones de dólares— que empezará a producir hasta 30.000 lechugas en un solo día a partir de 2017, y en cinco años la estimación del fabricante es alcanzar la increíble cifra de medio millón de lechugas al día.

En acciones contra el cambio climático, muy relacionadas con los problemas del hambre, destaca la aportación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), para reducir las emisiones de CO2. Según el informe Smart 2020, realizado por Gesi y The Climate Group), la utilización intensiva de soluciones TIC en prácticas como videoconferencia y teletrabajo proveerán ahorros de energía equivalentes al 0,8% de los consumos eléctricos de la Unión Europea en 2020, que equivale a un 0,6% de reducción de emisiones de CO2 para el mismo año (Comisión Europea, 2008). El sector TIC tiene el potencial de reducir en un 15% las emisiones de CO2 mundiales esperadas para el 2020, lo que representa una cantidad de 7,8GT. Esta eficiencia energética se transformaría en ahorros económicos que podrían alcanzar los 600.000 millones de euros. Desde otra óptica, estos ahorros en eficiencia energética pueden convertirse en nuevos motores de crecimiento para el propio sector (The Climate Group, 2008).

En salud, el ejemplo de Watson, el programa de inteligencia artificial de IBM, está revolucionando el campo del diagnóstico médico, como afirmaba la revista Wired. Con el análisis de más de 600.000 piezas de evidencias médicas, de más de dos millones de páginas de revistas médicas y la capacidad adicional para buscar a través de hasta 1,5 millones de registros de pacientes, Watson dispone de más información que la que ningún “médico humano” para formular diagnósticos. Los resultados son definitivos: en las pruebas, el acierto en el diagnóstico en el cáncer de pulmón es del 90 %, frente al 50% de los mejores “médicos humanos”. Otro ejemplo interesante en salud, es el que nos traen los investigadores del Instituto de Tecnología de Israel (Technion) y la Escuela Politécnica Federal de Zúrich, que están diseñando nanobots fabricados con polímeros y nanocables magnéticos, creados para ser introducidos en el torrente sanguíneo humano y teledirigidos en su interior para detectar células cancerígenas y liberar medicamentos sobre ellas.

La educación, es otro de los campos donde la tecnología puede acelerar el desarrollo. Según datos de Unicef, 121 millones de niños y adolescentes nunca han ido a la escuela o la han abandonado. Para paliar este déficit, hay ejemplos interesantes. Uno de ellos es el proyecto Profuturo, de Fundación Telefónica y Fundación La Caixa, que, mediante unas maletas dotadas de conexión satelital y de tabletas con contenidos de educación primaria, están acercando la educación a América Latina, África Subsahariana y Asia. En Angola, concretamente en la provincia de Luena, ya hay un piloto en funcionamiento que se desarrolla en nueve escuelas y tiene como beneficiarios directos a 60 profesores y 2.700 niños y niñas y también adultos en alfabetización. Otro caso famoso es la Khan Academy, una suerte de academia en línea a la que se puede acceder en línea y aprender gratuitamente sobre matemáticas, arte, programación, economía, física, química, biología, medicina, finanzas, historia, etc.

En infraestructuras, la tecnología también tiene grandes aportes. Hay dos casos muy significativos. El primero es el proyecto eHighway —liderado por Siemens con el fabricante de camiones Scania— y se trata de la primera carretera del mundo para camiones eléctricos e híbridos que se recargan a través de cables de alta tensión; gracias a esta tecnología se podría llegar a reducir el coste de combustible en un 75%. El segundo, lo ha lanzado el Gobierno del Reino Unido, a través de la empresa pública Highways England encargada de las autopistas y principales carreteras del país. El proyecto, en el que también se han involucrado Renault, BMW y Scania, consiste en una autopista que recarga las baterías de coches eléctricos e híbridos mediante el sistema de transferencia de electricidad por inducción.

En los ecosistemas marinos, es muy interesante el proyecto de Boyan Slat, Fundador y CEO de The Ocean Cleanup, una compañía que desarrolla tecnologías avanzadas para librar a los océanos de los residuos plásticos gracias a unos sistema pasivos en forma de barreras o diques de contención que, en teoría, podría eliminar aproximadamente la mitad de la basura del Pacífico en 10 años.

Así podríamos seguir enunciando un ejemplo tras otro de cómo la tecnología está en el centro de la evolución de los objetivos de desarrollo sostenible y no puede considerarse como un punto escondido en el objetivo 9, sino como el catalizador de los 16 objetivos restantes.

No obstante, hay un atisbo de esperanza, como se pone de manifiesto en el informe Global Opportunity Report, impulsado por Global Compact, GNV-GL y Sustainia. En este documento, elaborado sobre una encuesta global a 5.500 líderes, se ha intentado cuantificar el business case de la innovación en el impulso de los #ODS: Para ello, se han identificado campos donde la tecnología puede impulsar la mejora del desarrollo, como, por ejemplo, el agua, la brecha de género o el control de minerales “de sangre”. Lo relevante es que aplicada ahí la tecnología no mejora las condiciones de vida de las personas, sino que también genera nuevos motores de crecimiento económico sostenible.

Estos son los datos. Mientras que el mundo se está incorporando a marchas forzadas hacia la transformación digital, me parece que el colectivo de la Responsabilidad Social Corporativa sigue anclado en el pasado y no se ha dado cuenta de que la revolución digital exige un nuevo discurso, unas nuevas herramientas y unos nuevos dilemas a resolver. Y esa puede ser la oportunidad perdida de los ODS. Ojalá no sea así.

Articulo publicado en El País Planeta Futuro el 24 de febrero de 2017


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