Fatiga digital Vs. presencial. ¿Cuál es mayor?
Articulo previamente publicado en el Blog de RRHH de la Universidad de Navarra.
Las nuevas formas de trabajo, que se han acelerado extraordinariamente desde que empezó la pandemia, están trayendo nuevos debates en el campo de la gestión de personas. Uno de los que me ha resultado más interesante en estos meses tiene que ver con entender qué cansa más, si el trabajo presencial o el remoto.
Algunos autores han empezado a acuñar el concepto “fatiga de zoom” (en referencia a la plataforma de video conferencias que ha eclosionado en estos meses) para explicar porqué el cansancio digital es mayor que el presencial. La causa de esta fatiga extra se debería a que, en la medida en la que a través del ordenador se pierden muchos matices de la comunicación interpersonal y no verbal, el cerebro tiene que hacer un esfuerzo mayor al que realiza en las reuniones presenciales para interpretar esos mensajes implícitos. Según Andrew Franklin, profesor adjunto de ciberpsicología en la Universidad Estatal de Norfolk “para alguien que depende de esas señales no verbales, el no tenerlas puede ser agotador”. En sentido parecido, José Ramón Ubieto, profesor colaborador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC, afirmaba en un artículo que, “en lo presencial, cuerpo e imagen se acompañan y se sostienen juntos, con el añadido de la palabra”, unión que no se da en el entorno virtual y que genera más estrés en las conversaciones.
“Lo que cansa, y es agotador, es prestar atención”, como decía Roberto Fontanarrosa
Siendo todo eso cierto, en mi opinión, “lo que cansa, y es agotador, es prestar atención”, como decía Roberto Fontanarrosa (Rosario, Argentina, 1944), uno de los principales humoristas gráficos argentinos. Por eso, no estoy muy seguro que sea más cansado prestar atención en el formato digital que en el formato presencial. De hecho, hay gente que se conecta a las reuniones, tumbados en la cama, si la cámara puesta y escuchando música de fondo. Por tanto, la clave, en mi opinión, está en saber crear nuevos habitos en las desconexiones o en las pausas de atención, para descansar y así poder volver a activarla cuando corresponda.
En el formato presencial, entre reunión y reunion, esas pausas o desconexiones pueden ser un café de máquina con un compañero, un paseo para ir al baño, una interrupción de un colega que te pregunta algo, una llamada telefónica, un cambio de planta para otra reunión, o coger un taxi para trasladarse a otro lugar. De igual forma, ya dentro de una reunión o de un comité, también buscamos esas pausas para descansar el cerebro cuchicheando con un compañero, respondiendo un mail o un wassap, o abandonando temporalmente la sala, si es posible. En todo caso, esas pausas muchas veces no se programan... sencillamente las hacemos de forma casi automarica porque tenemos el hábito ya adquirido para buscar pequeños descansos.
La cuestión, por tanto, es cómo organizamos esas pausas en el formato digital (en zoom, en teams, en meet o en la plataforma que usemos). Está claro que, como ese hábito no lo teníamos desarrollado, en estos meses de pandemia nos hemos “empachado” de reuniones virtuales, uniendo una tras otra sin pausa alguna, lo que ha originado mucha fatiga (digital y física).
La clave es saber crear (y planificar) nuevos hábitos que nos ayuden a gestionar desconexiones y, con ellas, los micro descansos. Cada uno se tendrá que buscar los suyos,
Así, la clave es saber crear (y planificar) nuevos hábitos que nos ayuden a gestionar desconexiones y, con ellas, los micro descansos. Cada uno se tendrá que buscar los suyos, pero me atrevo a sugerir algunos. Por ejemplo, para organizar las video conferencias del día tenemos que dejar un espacio mínimo entre una y otra para, por ejemplo ponerse un café, hacer una llamada a un amigo, salir a comprar el pan, hacer flexiones o poner una canción; intentar tener un lugar cómodo desde el que trabajar; o alternar espacios que te permitan tener video conferencias sentado y de pié (ya hay pequeños trípodes retro iluminados que permiten conexiones más allá del ordenador de mesa). Y, si estamos metidos ya en una vídeo, no dudemos en poder desconectar la cámara en un momento determinado, o incluso chatear en privado con algún otro asistente a esa reunión abre lo que está pasando.
Por eso, no estoy muy seguro que la “fatiga digital” sea mayor que la “fatiga presencial”. La clave es que, mientras que en lo presencial tenemos ya aprendidos unos hábitos para desconectar, ahora tendremos que generar nuevos hábitos de desconexión para el formato digital. Porque, como decía Fontanarrosa, lo cansado es prestar atención.