Mi entrevista en CERMI Semanal
Hace unos días Blanca Abella (gracias Blanca) me estrevistó para la publicación CERMI Semanal. Hablamos de muchas cosas. De la aceleracion que ha sufrido la sostenibilidad en el último año; de los cambios que instroruce la revolución digital; de las exigencias del cambio climático; de la desigualdad; y, por supuesto, de los desafíos del mundo de la discapacidad, especialmente, de la necesidad que tiene de mirar a futuro y quizá, de abandonar algunas batallas del pasado.
Aquí teneis el link de la entrevista, cuyo titular fué
“Si no hay presión social, no hay movimiento regulatorio y, en consecuencia, no hay cambios”
A continuación, encontrarás el texto íntegro de la entrevista
Los cambios que se están produciendo en la sociedad, en el mundo actual, también afectan a la responsabilidad de las empresas y a sus relaciones, ¿cuál es a día de hoy el estado de situación de la RSE?
Se ha producido una especie de eclosión, no sé si vinculada al concepto de responsabilidad social, al de negocio responsable, al concepto de sostenibilidad… pero sí vinculado a todo lo que es crear valor a largo plazo, o sea una compañía responsable es la que está pensando en cómo hacer las cosas bien a largo plazo, un negocio responsable es el antipelotazo. Toda la eclosión actual es la necesidad de la construcción a largo plazo.
En el último año ha habido tres hechos importantes. Primero el Manifiesto de Davos, en enero de 2020, con una reflexión vieja, la necesidad de crear valor a largo plazo para todos los stakeholders (partes interesadas o grupos de interés) y que las compañías en sí mismas son un stakeholder de gobiernos, instituciones, etc. Segundo, en enero también, la OCDE hace un llamamiento a la lucha contra la desigualdad. Tercero, en agosto de 2019 aparece la declaración de la Business Roundtable, una asociación compuesta por las principales multinacionales norteamericanas, que dicen lo mismo, hay que crear valor a largo plazo para todos los stakeholders.
¿Cuál ha sido el detonante de estos hechos destacados?
En los últimos diez años han empezado a aparecer las grandes compañías tecnológicas, que de repente generan enormes oportunidades de ganar mucho dinero, un dinero que se genera para el accionista, porque el reparto de la riqueza es diferente, así lo puedes ver en la distribución de la nueva economía. Las compañías se dan cuenta de que la mejor manera, de cara a los inversores, de ser atractivos y captar su atención es creando valor a largo plazo de una manera sostenida en el tiempo, creando riqueza para todos. Las grandes plataformas tecnológicas y todas las ‘tech’, ‘insurtech’, ‘fintech’ (financial + technology… están acaparando la atención de los inversores.
Todo esto explicaría el cambio que se ha producido desde la perspectiva más puramente económica, pero, ¿qué ha ocurrido en otros ámbitos, como el social?
El tsunami perfecto. Tenemos un impacto tecnológico que cambia el modelo de inversor, y luego aparecen un montón de causas sociales, que enumeramos. Una causa social brutal es la desigualdad, y es que un gran porcentaje de riqueza se concentra en unos pocos y eso no ocurría así, porque en los años 70-80 la riqueza se distribuía de mejor manera, ahora está más concentrada. Dos, el cambio climático. No sé si es el primero o el segundo, pero volvemos al largo plazo, y el cambio climático va a ser el factor detonante de todo porque los inversores piensan a futuro. Otro elemento importante es la conciencia por todo lo natural, pero en términos muy grandes. Están también los plásticos… Tienes una serie de elementos que han supuesto un estallido y el gran catalizador es la parte ambiental. Otro tema importante es la corrupción porque ha llegado un momento en que la gente explota.
Y si unes corrupción, desigualdad, inversión a largo plazo… De repente hay un movimiento que de alguna forma te trastoca y creo que esa tormenta perfecta tiene que tener una traslación al mundo corporativo, que es el pensamiento a largo plazo. Otra cosa es si eso es suficiente. Cuando las grandes corporaciones y Davos dicen que hay que crear valor para todos los stakeholders, a lo mejor lo que hay detrás es otra cosa, es el cambio del modelo productivo, y eso ya es más serio.
¿Qué supondría ese cambio?
Te lleva a un modelo productivo que no atisbo a ver, no sé si lleva al no consumo, pero sí sé que el modelo de crecimiento acelerado de usar y tirar, eso peta. Evidentemente tiene que ser un nuevo modelo cuya producción sea más sostenible y donde se incorporen elementos de economía circular para que lo que se tire se vuelva a utilizar, pero eso tiene sus límites también porque no todo el plástico se puede reciclar, no todos los tejidos… Pero no se atisba cómo va a ser ese nuevo modelo.
¿Se va improvisando quizá? Cuando se intenta analizar el futuro del mundo laboral, también se advierte del desconocimiento y la incertidumbre en los empleos que serán necesarios en un futuro no muy lejano.
Ese es otro elemento de la tormenta perfecta que hablábamos. La digitalización y la robotización de repente te cambian radicalmente el modelo laboral y eso cambia el régimen de pensiones, ¿tienen que pagar pensiones los robots? No sé si hay una receta pero la única fórmula es pensar en el largo plazo.
¿Y esa construcción no habría que emprenderla entre todos los agentes económicos, sociales…?
Si creas un modelo económico que da valor a largo plazo, para todos, de alguna forma los drivers que identifican el cómo se crea el valor para cada uno de esos stakeholders, tendrán que ser identificados por cada uno de ellos. Todo el mundo tiene claro cuál es el driver de generación de valor accionista, el driver de generación de valor a un empleado, lo tienen claro, pero el driver de generación de valor a la sociedad en su conjunto es poco nítido, pasando por la contribución de impuestos, que no tengo duda, pero los robots también tendrán que tributar, no vale quitar un humano que te paga seguridad social y poner un robot que no te la paga. El debate de la renta básica vinculado al pago de los robots está ahí, hay mucha gente que piensa en eso. Los debates de la inteligencia artificial también son interesantes.
Es el punto en el que estamos. En ese cambio de ciclo, todo el mundo ve lo que está pasando, que ya está pasando, y el cómo cambia el ciclo productivo para eso es lo que hay que construir.
¿Cómo tiene que actuar el tercer sector en esta nueva realidad?
De la misma forma que lo hacen las compañías, el tercer sector tiene que pensar en el siglo XXI, no en el XX. No sé si ahora se trata de defensa de derechos o construcción de nuevos derechos. ¿Podemos mantener un statu quo del siglo XIX o del XX? No sé si es posible, lo que sí sé es que hay que construir otros nuevos.
En cuanto a los derechos humanos, por ejemplo, la carta del 48 te da una serie de derechos, pero la llegada de la digitalización te obliga a revisarlos o a introducir unos nuevos. Si el modelo productivo cambia, si el modelo social cambia, me parece que habría que empezar por revisar los básicos, porque no puedes mantener un modelo de defensa de derechos de un sistema productivo no tecnológico y llevarlo al siglo XXI. No es posible porque ha cambiado todo el contexto. Creo que hay que revisar todos los derechos en función de la nueva situación y es un debate que el tercer sector tiene que poner encima de la mesa, cómo construir nuevos derechos, cómo actualizar los existentes y quizá cómo meter en el cajón derechos antiguos.
¿Esa construcción o reconstrucción no hará que peligren las bases sobre las que se sustenta este tercer sector?
Todo lo contrario. Lo que ha movido a las compañías a hacer el manifiesto de Davos o la declaración de la Business Roundtable ha sido la presión social. Si no hay presión social, la gente no se mueve, no hay movimiento regulatorio, en consecuencia, no hay cambios. Y el tercer sector, de alguna forma, tiene ese doble rol, la defensa de lo existente pero la construcción de lo nuevo. Mi opinión ahora es que están más centrados en la defensa de lo existente que en la construcción de lo nuevo.
¿Qué relación debe tener el sector de la discapacidad con toda esta nueva construcción y con los nuevos desafíos, como la Agenda 2030?
La Agenda 2030 es una hoja de ruta, hay que ir hacia allá. De los 17 objetivos de la Agenda 2030, la parte tecnológica es un punto dentro de un objetivo, pero la parte tecnológica es un factor de aceleración o de freno de todos los objetivos, es muy transversal. Muchas veces pienso que la Agenda 2030 se ha hecho por personas con mentalidad del siglo XX, no con mentalidad del siglo XXI donde la tecnología es un enorme factor de aceleración o de freno. Esa construcción hay que hacerla pensando en el siglo XXII, no en el siglo XX.
La dificultad quizás radica en la necesidad de acotar y definir unos objetivos y establecer esa ruta.
Es muy difícil, pero lo que sí sabemos es hacia dónde no debemos ir y donde sí debemos ir. Hacia adelante, no hacia atrás, hacia un modelo productivo más sostenible y más a largo plazo, un modelo productivo que sea capaz de reutilizar los excedentes, que genere valor para todos, que esté impactado por la tecnología, que no puede ser desigual, porque si no se producirán grandes revueltas, como las que estamos viendo en Latinoamérica. Es interesante, las grandes revueltas se han producido en la historia cuando el 80-90 por ciento de la riqueza se ha concentrado en el 2-3 por ciento de la población. En la revolución francesa, en la revolución rusa y ahora estamos a punto de llegar a ese porcentaje.
Las crisis, como la de 2008, también contribuyen a todo este cambio de modelo.
Claro, y al final la concentración de riqueza en muy pocas manos se ha acelerado por la existencia de compañías tecnológicas. La tecnología es la clave de todo. El tercer sector es clave para abrir debates no solo para defender posiciones, junto con el mundo de la academia, el de las empresas, tienen que ver el horizonte al que vamos y acompañar al sector productivo a que eso se produzca, pero si solo se produce la defensa de lo que había… no puede defenderse solo eso porque el modelo productivo ha cambiado.
Y en concreto, en el caso del movimiento social de la discapacidad, ¿cómo crees que debe actuar y posicionarse en toda esta evolución?
Hay dos cosas muy importantes, trabajar con datos ciertos, el big data es muy importante, y ahora mismo hay un debate muy importante sobre los niveles de cumplimiento, estándares legislativos, por parte del Estado, empresas, etc. Y con esos datos, la construcción de futuro en el mundo de la discapacidad pasa sobre todo por la incorporación de la tecnología. Vamos a encontrarnos desde los exoesqueletos, que es brutal, hasta los implantes de chip o lo que quieras… y eso es muy caro. Todo aquello que se haga desde el mundo de la discapacidad con tecnología, con la cooperación público/privada y apuntando por allí, me parece relevante. ¿Esto es Ley de dependencia? No, esto es otra cosa, pero no podemos olvidar esa otra cosa, solamente pelearse por la ley de dependencia es olvidar lo que nos va a pasar a futuro.
Más que ley de Dependencia, Ley de Autonomía Personal, que tiene más sentido en todo este contexto y sobre todo para el CERMI.
Claro, y ese doble juego es el relevante. El colectivo de la discapacidad, impulsado por el CERMI, ONCE, Grupo ILUNION, tenía que llegar a acuerdos con plataformas tecnológicas de futuro para ver cómo se construye eso. Los más ‘heavy users’ (usuarios) de la tecnología son las personas con discapacidad.
¿Ese potencial que tiene el sector de la discapacidad está claro en los otros ámbitos?
Creo que la empresa aún no ha explotado todo el conocimiento derivado del mundo de la discapacidad, porque el concepto de la discapacidad lleva al diseño universal y el diseño universal lleva a la facilidad para todos y hay una enorme vía de avance todavía. El diseño universal, este concepto tan viejo debería ser nuevo y lo hemos aparcado en lo cotidiano, no en lo revolucionario. Hemos pensado en el cumplimiento de la cuota de reserva. Tenemos que defender la cuota de reserva, pero no es esa la gran batalla. Hay que pelarse, pero eso es el suelo, hay que pelearse por el cielo.