¿Ascenso interno por méritos o búsqueda de una cara nueva?
Hace unos días hablaba con unos amigos sobre los nombramientos que se están dando en las empresas y organizaciones como consecuencia del relevo generacional. Hablamos, en definitiva de los criterios a tener en cuanta para ascender a alguien a un puesto de responsabilidad. Para unos, resultaba claro que quienes tienen más conocimientos, deberían ocupar los cargos de mayor responsabilidad (meritocracia). Para otros, sin embargo, un conocimiento muy profundo de una materia pudiera llevarte a perder la mirada de conjunto y a ver mas los problemas que las oportunidades, por lo que preferían sabia nueva, poco maleada, aunque no tuviera aún los méritos necesarios.
Así que la pregunta, y el post, estaban servidos. ¿Que es mejor? ¿Apostar por la meritocracia (el ascenso interno para el que mas méritos haya hecho)? O, por el contrario... ¿Buscar a alguien que venga de fuera con mirada nueva y sin herencias del pasado (el ascenso para el nuevo)? Para decantarse por una u otra opción, hay razones igualmente poderosas.
Quienes defienden la meritocracia interna, alegan razones como estas: ofrecer carrera profesional al equipo; buscar elementos de motivación y metas alcanzables; garantizar el conocimiento y el Know How interno, etc. Pero quizá la razón más importante es la de sensación de justicia organizativa, algo así como que "el puesto -como la tierra-, para quien lo trabaja".
Quienes defienden la llegada de "lo nuevo" (ya sea de fuera de la compañía o de otras áreas de la misma empresa), también tienen buenos argumentos: mirada limpia y sin prejuicios; adición de nuevas capacidades y habilidades; búsqueda de nuevas soluciones a problemas que vienen de antiguo, etc. De todos los motivos de apostar por "lo nuevo", yo destacaría uno: quien llega de nuevas no tiene herencia, costes históricos, eso que los anglosajones llamar "legacy"; es decir, puede romper sin problema las típicas situaciones heredadas o anquilosadas del pasado y que, inevitablemente hay en toda organización.
Ya se ve, pues, que hay argumentos válidos para las dos opciones. Pero, en el fondo... ¿cuál es la mejor decisión? Sin temor a equivocarme, diré que depende de cada situación. El tiempo y el momento de cada organización marcará si optar por la meritocracia interna o por las caras nuevas
Hasta ahí, la verdad, aporto poco. Sin embargo, en este debate, hay una idea que si me parece nueva y que no quiero dejar de subrayar: se tome la decisión que se tome, (meritocracia o varas nuevas) hay algo a lo que ninguna organización que se respete así misma puede renuncia: el cargo no presupone ni el conocimiento ni el oficio.
Lo que quiero decir es que es exigible que los recién llegados a un cargo, por el mero hecho de haber sido nombrados y sin mayor legitimidad que la del nombramiento, se palpen la ropa antes de emitir opiniones y tomar decisiones. Quien llega de nuevo a los sitios y, además si su experiencia es poca en esa función, lo primero que debe hacer es convertirse en seguidor de Confucio (y sus tres famosos monos): tiene que ver; tiene que oír; y tiene que callar.
Y es que, aunque sólo sea por respeto a uno mismo y al equipo antes de actuar conviene escuchar mucho a los miembros del equipo; ver mucho lo que se hace dentro y fuera de su compañía (y, en consecuencia, estudiar mucho); y, además, hablar poco de entrada y no emitir juicios de valor sin fundamento.
En definitiva: quien haga todo esto se estará ganando el derecho a usar el cargo para el que ha sido designado. No lo olvidemos nunca: los nombramientos te los dan; los cargos, y la autoridad que de ellos se deriva, se ganan día a día.
Pues eso: a ganarse el cargo... Y el respeto de la gente.
Imagen extraída del portal LookForDiagnosis.com