El "Dedo", de Mourinho. El "Daño", del Real Madrid
Todo el mundo pudo verlo: José Mourinho, the Special One, el entrenador del Real Madrid, cuando apenas quedaba un minuto para terminar la Supercopa de España 2011, le metió un dedo en el ojo a Tito Villanova, segundo entrenador del FC. Barcelona en plena tangana entre los futbolistas.
Esas imágenes han dado la vuelta al mundo y se han criticado desde el New York Times, hasta el Times de India. Poco importaría si dejasen en mal lugar a José Mourinho. El problema es que esta acción pone en riesgo la reputación del Real Madrid y el valor de su marca, quizá su principal activo para competir en mercados globales. Hoy por hoy, mientras que el FC. Barcelona se ha apoderado del posicionamiento de los "Good Guys" (los chicos buenos), el Real Madrid ha ocupado el de los "Bad Guys", (los chicos malos), asumiendo innecesarios riesgos reputacionales y poniendo en peligro su propio prestigio. Y ese es un camino de difícil retorno.
Pero más allá del riesgo reputacional, el dedo de Mourinho, introduce también un factor de desequilibro en el comportamiento y en la cultura corporativa del Club.
En primer lugar, con ese dedo, Mourinho define su propio “estilo de liderazgo”, basado en la confrontación. Esa tecnica, la de unir a un grupo en torno a un enemigo común suele dar buenos resultados. El problema es cuando, en la confrontación, se pasa de las palabras a las manos. Ese límite nunca lo pasaron los entrenadores de equipos españoles.
En segundo lugar, con ese dedo, Mourinho define el tipo de comportamiento que exige a sus propios futbolistas. Les viene a decir algo así como “si yo agredo, vosotros no podéis ser neutrales”. No sé cuánto de verdad, o cuánto de ficción, tendrá el artículo “El Baño de Red Bull”, de Diego Torres en El País, donde revelaba la acusación del entrenador a sus futbolistas, tildándoles de traidores por haber comentado o filtrado públicamente la táctica del partido. Lo que si parece es que, con ese dedo, Mourinho pone a sus jugadores en fila india, les exhorta con un “o conmigo o contra mí” y les exige el mismo comportamiento que él tiene para "el enemigo". (Quizá a esta obediencia debida respondan las declaraciones de Iker Casillas al terminar el encuentro: "habrán hecho una entrada y se habrán tirado al suelo como siempre").
En tercer lugar, con ese dedo, Mourinho pone en marcha un peligroso sistema para arengar a la afición, casi exigiéndola que renuncie a los valores históricos del Club para unirse a su cruzada. El problema es que, ese tipo de llamadas a la “Guerra Santa” se sabe donde empieza, pero no dónde y cómo puede terminar. Externamente, siembra un efecto boomerang de agresividad que podría desencadenar en futuros incidentes entre aficiones. Internamente, podría crear una fisura entre los aficionados: los pro Mou y los contra Mou. Y esas brechas, no son buenas.
Y por último, con ese dedo, Mourinho, de facto, ata de pies y manos al Presidente, Florentino Pérez. El Presidente del Real Madrid, tomó en junio una decisión legítima: darle todo el poder a Mourinho en detrimento de Jorge Valdano. Esa decisión, coherente desde un punto de vista de gestión para evitar “disfuncionalidades”, guste o no guste al Presidente, le sitúa hoy en primera línea de fuego.
Estoy seguro de que a quien más ha molestado el comportamiento de su entrenador ha sido al propio Presidente del Real Madrid. El problema, ahora, es que le quedan muy pocas opciones, más allá de mirar para otro lado, de apoyar públicamente al entrenador, o de enredarse en un cruce de acusaciones sobre "quién provocó más a quien". Cualquier otra alternativa, (reprobar la conducta del entrenador desde el Club, pedirle que se excuse públicamente, o hacer una llamada a la calma y al sentido común) ocasionaría una hecatombe organizativa de imprevisibles consecuencias para la Institución a pocos días de empezar la temporada.
Definitivamente, el Real Madrid está prisionero de Mourinho y, queriéndolo o no, ha vinculado su reputación y su imagen a la de su entrenador, un profesional extremadamente dotado en lo técnico, pero con un perfil lleno de aristas. Con ese dedo de Mou, la imagen del Madrid está asumiendo serios riesgos para su reputación, gane o no gane títulos, y se aleja de la tradicional imagen de lucha, honestidad y caballerosidad de un club centenario. Un coste demasiado alto para los Madridistas que, como yo, creen que tan importante es ganar, como la forma en la que se hace.
El riesgo reputacional es tan elevado que ya ha comenzado a ocasionar daños. Hasta dónde llegarán y qué efectos tendrán esos daños, está por ver. Ojalá aquí se quede el inventario de daños.